Que cosa mágica los bondis.
Pónganse a pensar cuantas cosas pensamos arriba del colectivo, cuantas veces
nos enamoramos por un par de paradas y sufrimos cuando se bajó sin siquiera
cruzar miradas, cuantas escenas de película nos armamos cuando íbamos escuchando
música y mirando por la ventana –y ni hablar si el día está nublado–, cuantas canciones que nos
pusieron melancólicos, cuantos mensajes recibimos que nos alegraron o
arruinaron el día, cuantas veces nos acordamos de momentos cuando pasamos por
determinado lugar, o cuantas decisiones importantes tomamos mientras nos
movíamos sobre esas cuatro ruedas. Tantas veces llegamos de mal humor a casa
porque el bondi tardó o porque venía hasta las manos, y tantas otras nos
alegramos de que venga rápido y vacío. Un montón de insultos habrán pasado por
nuestra mente cada vez que el chofer decidió no parar y llegábamos tarde a
algún lado. Pero a fin de cuentas, es un espacio único, en el que algunos
aprovechan para dormir esos minutitos de más que no pudieron cuando sonó la
alarma, o esa siesta inexistente que la inventan mientras viajan. Es un espacio
para pensar, sonreír, llorar, amar, odiar, reírse, hablar, dormir. Amo los
bondis, me hacen feliz.
Uno setenta, por favor.
Es increíble pero me identifiqué en cada palabra que escribiste! besos :)
ResponderBorrar